Para 18 años

La escuela ante el espejo

20,19 

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La escuela como tal es un concepto abstracto. Lo que tiene existencia real es cada escuela, ubicada en un terreno determinado, habitada por personas concretas, y perteneciente a un entorno social específico. Esa es la que debería verse en el espejo para comprobar en qué medida sus alumnos están siendo debidamente atendidos. Pero ¿qué ve al mirarse? ¿Se ve tal cual es o como se imagina que es, o como querría ser? ¿Con qué criterio interpreta lo que ve? Proliferan métodos, conceptos e instrumentos que, pretendiendo convertirse en panaceas educativas, tienen una vida muy efímera. Es preciso distinguir en el espejo aquellas innovaciones valiosas capaces de trazar un rumbo distinto para cada alumno que haga posible su desarrollo intelectual, afectivo y ético.

Número de páginas: 232
Encuadernación: Rústica
Código ISBN: 9788491820475
Código interno SM: ES189899

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Para 18 años

¿Por qué cuando hablamos de influencers, personas que movilizan e inspiran, casi nadie se refiere a los influencers educativos? Toda la comunidad educativa (padres, alumnado, profesorado, directivos), necesita más que nunca personas e instituciones que sean referencia inspiracional, tanto para nosotros como para el exterior. Pero no es tiempo de espectadores o de que todos aquellos que estamos en educación nos situemos solo como seguidores. Hay también que singularizar y aportar valor con nuestra influencia. Debemos hacer algo para resultar interesantes en todos aquellos medios, redes y escenarios en los que se está hablando de futuro.

Este libro muestra el camino para actuar en ese sentido y da a conocer la labor de 50 personas e instituciones que ya han elegido no ser espectadores, sino hacer de su vida un legado humilde pero multiplicador desde la perspectiva de la educación.

7,68 

Para 18 años

La escuela como tal es un concepto abstracto. Lo que tiene existencia real es cada escuela, ubicada en un terreno determinado, habitada por personas concretas, y perteneciente a un entorno social específico. Esa es la que debería verse en el espejo para comprobar en qué medida sus alumnos están siendo debidamente atendidos. Pero ¿qué ve al mirarse? ¿Se ve tal cual es o como se imagina que es, o como querría ser? ¿Con qué criterio interpreta lo que ve? Proliferan métodos, conceptos e instrumentos que, pretendiendo convertirse en panaceas educativas, tienen una vida muy efímera. Es preciso distinguir en el espejo aquellas innovaciones valiosas capaces de trazar un rumbo distinto para cada alumno que haga posible su desarrollo intelectual, afectivo y ético.

15,38 

Para 18 años

¿Qué importa más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes? Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos olvidar a la persona que vive detrás de cada alumno y la necesidad de acompañarlo en procesos de aprendizaje vitales. 
Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida.  ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida. Las preocupaciones por los resultados académicos y el futuro profesional de niños y jóvenes parecen justificar la excesiva importancia que los adultos atribuyen al éxito escolar, relegando a un segundo plano el desarrollo personal, emocional y relacional. A pesar de los esfuerzos para mejorar la educación, es cada vez más evidente que la mayoría de las escuelas y las universidades no están proporcionando las herramientas necesarias para prosperar en un mundo complejo, marcado por los avances en tecnología, la globalización, la incertidumbre económica, la inestabilidad laboral o la dinámica social cambiante, que nos enfrentan a retos y oportunidades que nunca antes habíamos experimentado No cabe duda de que el conocimiento académico cumple una función importante, pero en nuestro mundo, más allá del conocimiento teórico y algunas capacidades prácticas vinculadas a esas disciplinas, necesitamos cada vez más enseñar habilidades para la vida, ya que, con el tiempo, serán un síntoma de que mucho de lo que se aprendió en la escuela ha llegado a contribuir decisivamente a la calidad de vida del alumnado, tanto en lo personal como en lo profesional.

 

19,23 

Para 18 años

¿Qué es lo que merece la pena aprender? es una pregunta imposible, si lo que buscamos es la respuesta perfecta. Pero, meditando bien los criterios y con la sensación de tener una misión valiosa que llevar a cabo, podemos buscar respuestas interesantes con inteligencia.Visualizar lo que podría tener un valor dentro de los contenidos que enseñamos en las escuelas es, sin duda, un acto fundamental de imaginación educativa. Hasta ahora, siempre nos hemos centrado en educar para lo conocido. Sin embargo, apostar por que el mañana se parecerá al ayer no parece muy adecuado. Necesitamos un programa más audaz. Llamémoslo "educar para lo desconocido" que, lejos de ser una paradoja inabordable, puede resultar atractivo y estimulante. Lograrlo pasa, según David Perkins, por identificar grandes temas de comprensión, grandes preguntas y grandes destrezas, entendiendo grande como esencial, aquello que nos capacita ampliamente durante toda la vida para desenvolvernos bien ante cualquier situación. ¿Puede esta visión darnos quizá la esperanza de que, a través de la educación, podemos acceder a lo desconocido, abordar sus giros e imprevistos, y situarnos en el camino hacia la sabiduría?

Cuando alumnos, ya sean de cuarto curso de Primaria, segundo de Secundaria o recién llegados a la universidad preguntan “¿por qué tenemos que estudiar esto?”, sabemos qué es lo que les preocupa. No ven la utilidad del tema, o la utilidad que podría tener para ellos, al menos. Les gustaría tener la sensación de que lo que están aprendiendo aquí y ahora será un conocimiento válido en el futuro. Les gustaría tener la sensación de que es algo que contribuirá significativamente al desarrollo de sus vidas. A veces se equivocan al mostrar escepticismo. No son capaces de ver más allá, cómo les servirá en el futuro lo que han aprendido. Pero puede que otras veces tengan razón. Pero lo que sí está claro es que cuestionarse el valor que tiene el conocimiento para la vida es totalmente pertinente en un contexto amplio de la educación. ¿Con qué probabilidad creemos que aparecerá en nuestras vidas un dato, conocimiento o habilidad en particular? ¿Qué importancia tendrá? ¿Aumentará con el tiempo o sencillamente se nos olvidará? Cuando algunos docentes deciden ampliar el rango de lo que se enseña aventurándose más allá de lo impuesto para introducir habilidades para el siglo XXI, avances en las disciplinas, estudios interdisciplinares, etc., lo que están haciendo es demostrar su preocupación por lo que resulta útil aprender. Porque son capaces de prever que un currículo más amplio se acerca más a la vida que probablemente tendrán los estudiantes del presente.

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