19,23 €
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La escuela debe enseñar a convivir y debe hacerlo de una forma programada, sistemática y explícita. Pensar en la convivencia en términos de aprendizaje consiste en definir qué competencias queremos que adquiera el alumnado, cómo conseguirlo y de qué manera evaluarlo. Desde la lógica retributiva, el sistema educativo expulsa al alumnado que no se relaciona de manera adecuada. Eso supone un fracaso tanto para los excluidos como para quienes
permanecen, ya que ninguno aprende a superar los conflictos y a convivir en armonía. En cambio, cuando concebimos la convivencia desde una lógica restaurativa la conectamos con la equidad. Las prácticas restaurativas son realmente eficaces para cohesionar grupos, comunicarnos de forma eficaz, resolver desacuerdos y construir comunidad.
El equipo editorial de SM ha seleccionado cuidadosamente estos libros:
19,23 €
Cuando se tiene la suerte de trabajar con niñas y niños que aprenden juntos a hacer las cosas solos, siempre desde la premisa de que el éxito de uno es el éxito de todos, el aula se convierte en un espacio de crecimiento y convivencia mágico. Para lograrlo, las alumnas y los alumnos deben desarrollar destrezas como respetar el turno de palabra o ayudar dando pistas, junto con habilidades, procedimientos y actitudes que van a conformar su competencia para cooperar. Los docentes han de conectar la cooperación con lo que hacen diariamente. Más que en el aprendizaje cooperativo, deberían pensar en “cooperativizar” su práctica educativa, un camino que orienta este libro desde la experiencia en el aula de Infantil.
15,38 €
¿Qué importa más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes? Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos olvidar a la persona que vive detrás de cada alumno y la necesidad de acompañarlo en procesos de aprendizaje vitales.
Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida. Las preocupaciones por los resultados académicos y el futuro profesional de niños y jóvenes parecen justificar la excesiva importancia que los adultos atribuyen al éxito escolar, relegando a un segundo plano el desarrollo personal, emocional y relacional. A pesar de los esfuerzos para mejorar la educación, es cada vez más evidente que la mayoría de las escuelas y las universidades no están proporcionando las herramientas necesarias para prosperar en un mundo complejo, marcado por los avances en tecnología, la globalización, la incertidumbre económica, la inestabilidad laboral o la dinámica social cambiante, que nos enfrentan a retos y oportunidades que nunca antes habíamos experimentado No cabe duda de que el conocimiento académico cumple una función importante, pero en nuestro mundo, más allá del conocimiento teórico y algunas capacidades prácticas vinculadas a esas disciplinas, necesitamos cada vez más enseñar habilidades para la vida, ya que, con el tiempo, serán un síntoma de que mucho de lo que se aprendió en la escuela ha llegado a contribuir decisivamente a la calidad de vida del alumnado, tanto en lo personal como en lo profesional.
19,23 €
¿Por qué muchas veces se toman decisiones desde una perspectiva individual, sin tener en cuenta otros puntos de vista? ¿Las diferencias de opinión potencian u obstruyen el pensamiento crítico? ¿Es aconsejable buscar personas con una opinión diferente a la nuestra y atender las objeciones que encuentren a nuestra postura? El presente libro analiza la naturaleza del desacuerdo entre distintos miembros de un grupo al que corresponde decidir sobre un tema, y la aplicación de la controversia constructiva, uno de los métodos más eficaces que existen para potenciar la creatividad, la innovación y la toma de decisiones. Si los docentes aplican con frecuencia la controversia constructiva, dejarán impresa en los alumnos la huella de la investigación intelectual, que consiste, entre otras cosas, en construir argumentos coherentes, ser persuasivo en la presentación de los datos, analizar de forma crítica las posturas de los otros, rebatir el cuestionamiento de los demás, contemplar los problemas desde diversas perspectivas y llegar a una decisión razonada.
Las claves del libro
1. Formar grupos cooperativos de cuatro
Las controversias tienen que estructurarse en grupos cooperativos de cuatro. Estos grupos se dividen en dos parejas y se asigna una postura a cada pareja, para que prepare la defensa con ayuda de los materiales necesarios. La tarea debe estructurarse de forma que haya, al menos, dos posturas bien documentadas, a favor y en contra. El objetivo cooperativo es que los alumnos tomen la decisión mejor razonada sobre el tema de discusión.
2. Establecer unas normas de interacción
Es importante que los alumnos comprendan que el propósito de defender y criticar no es ganar, sino dejar claros los puntos fuertes y los puntos débiles de diferentes formas de actuación, de manera que se pueda alcanzar un acuerdo conjunto que represente la mejor defensa posible que se pueda hacer. Cuando preparan sus posturas, los alumnos pueden comparar su trabajo con el de los compañeros de otros grupos que estén defendiendo la misma postura. Se pueden compartir ideas sobre cómo presentarla y defenderla de un modo más eficaz. Los resultados positivos conseguidos con un grupo de aprendizaje cooperativo se pueden ampliar a toda la clase, mediante la cooperación entre los distintos grupos.
3. Supervisar y reorientar conductas
Los docentes deben anotar en una hoja de observaciones las conductas mejorables y las apropiadas, tales como: aportar ideas, hacer preguntas, expresar sentimientos, escuchar activamente, mostrar apoyo. También pueden ayudar a los alumnos, cuando expresen que lo necesitan, a: aclarar alguna indicación, revisar conceptos y estrategias importantes, responder a preguntas, aprender nuevas destrezas de aprendizaje cooperativo. Y, finalmente, tienen que ofrecerles el feedback necesario para mejorar y ser más competentes en futuras prácticas de controversia constructiva.
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Cuando se tiene la suerte de trabajar con niñas y niños que aprenden juntos a hacer las cosas solos, siempre desde la premisa de que el éxito de uno es el éxito de todos, el aula se convierte en un espacio de crecimiento y convivencia mágico. Para lograrlo, las alumnas y los alumnos deben desarrollar destrezas como respetar el turno de palabra o ayudar dando pistas, junto con habilidades, procedimientos y actitudes que van a conformar su competencia para cooperar. Los docentes han de conectar la cooperación con lo que hacen diariamente. Más que en el aprendizaje cooperativo, deberían pensar en “cooperativizar” su práctica educativa, un camino que orienta este libro desde la experiencia en el aula de Infantil.
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¿Qué importa más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes? Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos olvidar a la persona que vive detrás de cada alumno y la necesidad de acompañarlo en procesos de aprendizaje vitales.
Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida. Las preocupaciones por los resultados académicos y el futuro profesional de niños y jóvenes parecen justificar la excesiva importancia que los adultos atribuyen al éxito escolar, relegando a un segundo plano el desarrollo personal, emocional y relacional. A pesar de los esfuerzos para mejorar la educación, es cada vez más evidente que la mayoría de las escuelas y las universidades no están proporcionando las herramientas necesarias para prosperar en un mundo complejo, marcado por los avances en tecnología, la globalización, la incertidumbre económica, la inestabilidad laboral o la dinámica social cambiante, que nos enfrentan a retos y oportunidades que nunca antes habíamos experimentado No cabe duda de que el conocimiento académico cumple una función importante, pero en nuestro mundo, más allá del conocimiento teórico y algunas capacidades prácticas vinculadas a esas disciplinas, necesitamos cada vez más enseñar habilidades para la vida, ya que, con el tiempo, serán un síntoma de que mucho de lo que se aprendió en la escuela ha llegado a contribuir decisivamente a la calidad de vida del alumnado, tanto en lo personal como en lo profesional.
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¿Por qué muchas veces se toman decisiones desde una perspectiva individual, sin tener en cuenta otros puntos de vista? ¿Las diferencias de opinión potencian u obstruyen el pensamiento crítico? ¿Es aconsejable buscar personas con una opinión diferente a la nuestra y atender las objeciones que encuentren a nuestra postura? El presente libro analiza la naturaleza del desacuerdo entre distintos miembros de un grupo al que corresponde decidir sobre un tema, y la aplicación de la controversia constructiva, uno de los métodos más eficaces que existen para potenciar la creatividad, la innovación y la toma de decisiones. Si los docentes aplican con frecuencia la controversia constructiva, dejarán impresa en los alumnos la huella de la investigación intelectual, que consiste, entre otras cosas, en construir argumentos coherentes, ser persuasivo en la presentación de los datos, analizar de forma crítica las posturas de los otros, rebatir el cuestionamiento de los demás, contemplar los problemas desde diversas perspectivas y llegar a una decisión razonada.
Las claves del libro
1. Formar grupos cooperativos de cuatro
Las controversias tienen que estructurarse en grupos cooperativos de cuatro. Estos grupos se dividen en dos parejas y se asigna una postura a cada pareja, para que prepare la defensa con ayuda de los materiales necesarios. La tarea debe estructurarse de forma que haya, al menos, dos posturas bien documentadas, a favor y en contra. El objetivo cooperativo es que los alumnos tomen la decisión mejor razonada sobre el tema de discusión.
2. Establecer unas normas de interacción
Es importante que los alumnos comprendan que el propósito de defender y criticar no es ganar, sino dejar claros los puntos fuertes y los puntos débiles de diferentes formas de actuación, de manera que se pueda alcanzar un acuerdo conjunto que represente la mejor defensa posible que se pueda hacer. Cuando preparan sus posturas, los alumnos pueden comparar su trabajo con el de los compañeros de otros grupos que estén defendiendo la misma postura. Se pueden compartir ideas sobre cómo presentarla y defenderla de un modo más eficaz. Los resultados positivos conseguidos con un grupo de aprendizaje cooperativo se pueden ampliar a toda la clase, mediante la cooperación entre los distintos grupos.
3. Supervisar y reorientar conductas
Los docentes deben anotar en una hoja de observaciones las conductas mejorables y las apropiadas, tales como: aportar ideas, hacer preguntas, expresar sentimientos, escuchar activamente, mostrar apoyo. También pueden ayudar a los alumnos, cuando expresen que lo necesitan, a: aclarar alguna indicación, revisar conceptos y estrategias importantes, responder a preguntas, aprender nuevas destrezas de aprendizaje cooperativo. Y, finalmente, tienen que ofrecerles el feedback necesario para mejorar y ser más competentes en futuras prácticas de controversia constructiva.