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¿Cómo está cambiando el cerebro humano debido al impacto de la tecnología? Existen ya algunos resultados de investigaciones que demuestran cambios claros a corto plazo en la atención, la función de la memoria, los procesos de pensamiento y la conducta social de los alumnos. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta cuál será el impacto a largo plazo porque se necesita más tiempo para determinar dichos efectos. Esta obra analiza qué dice la investigación sobre cómo la tecnología puede estar cambiando la forma en la que los alumnos interactúan con el mundo y perciben los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Además, aborda algunas estrategias exitosas y probadas por docentes que utilizan la tecnología como una herramienta para seducir, motivar e implicar a los alumnos. Se centra en el cerebro como el órgano del pensamiento y del aprendizaje, y adopta el punto de vista de que cuantos más docentes sepan cómo aprende el cerebro, mayor será el número de opciones de enseñanza disponibles. Y también advierte sobre el peligro de utilizar la tecnología solo como un artilugio atractivo en vez de emplearla como una herramienta facilitadora del aprendizaje. La tecnología no es la metodología, tampoco es el contenido, sino que sirve para enriquecerlo, y los docentes la deben utilizar solo cuando realmente refuerce el aprendizaje de los alumnos.
La mayoría de los resultados de las investigaciones que se recogen en este libro son parte de un área relativamente nueva de investigación académica conocida como neurociencia educativa. Este campo explora cómo los resultados de las investigaciones de la neurociencia, la educación y la psicología pueden aclarar nuestra forma de entender la enseñanza y el aprendizaje, y si tienen implicaciones para la práctica educativa. Este enfoque interdisciplinar garantiza que las recomendaciones de las prácticas de enseñanza estén fundamentadas en estudios científicos sólidos.
El equipo editorial de SM ha seleccionado cuidadosamente estos libros:
13,46 €
El mundo digital ha llegado para quedarse, y debemos educar a niños y adolescentes en el uso saludable de herramientas que van a utilizar a lo largo de toda su vida. Esta labor debe afrontarse tanto desde los centros escolares como desde las familias, Es necesario dotarlos de los mecanismos necesarios para desarrollar su sentido crítico, observar lo que está sucediendo con perspectiva y adoptar un papel activo a favor de sus derechos, mostrándoles cómo esquivar la manipulación. Para ello debemos priorizar el trabajo sobre los tres retos más urgentes: superar la información falsa y las técnicas engañosas de obtención de datos, la sobreestimulación y las posibles conductas adictivas, con el fin de convertirlos en usuarios libres, conscientes y responsables.
11,54 €
19,23 €
15,38 €
¿Qué importa más: el rendimiento académico o el desarrollo personal de los estudiantes? Estamos tan preocupados por el futuro y vamos tan deprisa que parecemos olvidar a la persona que vive detrás de cada alumno y la necesidad de acompañarlo en procesos de aprendizaje vitales.
Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida. Las preocupaciones por los resultados académicos y el futuro profesional de niños y jóvenes parecen justificar la excesiva importancia que los adultos atribuyen al éxito escolar, relegando a un segundo plano el desarrollo personal, emocional y relacional. A pesar de los esfuerzos para mejorar la educación, es cada vez más evidente que la mayoría de las escuelas y las universidades no están proporcionando las herramientas necesarias para prosperar en un mundo complejo, marcado por los avances en tecnología, la globalización, la incertidumbre económica, la inestabilidad laboral o la dinámica social cambiante, que nos enfrentan a retos y oportunidades que nunca antes habíamos experimentado No cabe duda de que el conocimiento académico cumple una función importante, pero en nuestro mundo, más allá del conocimiento teórico y algunas capacidades prácticas vinculadas a esas disciplinas, necesitamos cada vez más enseñar habilidades para la vida, ya que, con el tiempo, serán un síntoma de que mucho de lo que se aprendió en la escuela ha llegado a contribuir decisivamente a la calidad de vida del alumnado, tanto en lo personal como en lo profesional.
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El mundo digital ha llegado para quedarse, y debemos educar a niños y adolescentes en el uso saludable de herramientas que van a utilizar a lo largo de toda su vida. Esta labor debe afrontarse tanto desde los centros escolares como desde las familias, Es necesario dotarlos de los mecanismos necesarios para desarrollar su sentido crítico, observar lo que está sucediendo con perspectiva y adoptar un papel activo a favor de sus derechos, mostrándoles cómo esquivar la manipulación. Para ello debemos priorizar el trabajo sobre los tres retos más urgentes: superar la información falsa y las técnicas engañosas de obtención de datos, la sobreestimulación y las posibles conductas adictivas, con el fin de convertirlos en usuarios libres, conscientes y responsables.
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Más que acumular datos, los jóvenes precisan desarrollar un saber y un saber hacer que no puede estar desvinculado del saber ser y el saber convivir, que se adquieren a través del desarrollo de habilidades para la vida. ¿Cómo se aprenden las habilidades para la vida? Desde la práctica, la reflexión y el diálogo.
Cuando imaginamos una escuela dedicada a esta labor, tenemos en mente a los estudiantes, pero también al profesorado como principal agente del cambio, ya que enseñamos lo que somos. La buena noticia es que todas las personas, a cualquier edad, pueden desarrollar estas habilidades a través de un entrenamiento adecuado, como el que proponen las autoras de este libro, que durará toda la vida. Las preocupaciones por los resultados académicos y el futuro profesional de niños y jóvenes parecen justificar la excesiva importancia que los adultos atribuyen al éxito escolar, relegando a un segundo plano el desarrollo personal, emocional y relacional. A pesar de los esfuerzos para mejorar la educación, es cada vez más evidente que la mayoría de las escuelas y las universidades no están proporcionando las herramientas necesarias para prosperar en un mundo complejo, marcado por los avances en tecnología, la globalización, la incertidumbre económica, la inestabilidad laboral o la dinámica social cambiante, que nos enfrentan a retos y oportunidades que nunca antes habíamos experimentado No cabe duda de que el conocimiento académico cumple una función importante, pero en nuestro mundo, más allá del conocimiento teórico y algunas capacidades prácticas vinculadas a esas disciplinas, necesitamos cada vez más enseñar habilidades para la vida, ya que, con el tiempo, serán un síntoma de que mucho de lo que se aprendió en la escuela ha llegado a contribuir decisivamente a la calidad de vida del alumnado, tanto en lo personal como en lo profesional.